Nuestras significaciones de la oscuridad estructuran modos de habitar los territorios simbólicos- geográficos. Dentro de la matriz patriarcal, occidental y capitalista la blancura, la iluminación y la claridad es un organizador hegemónico de la interpretación y de la vivencia social. Desde esta matriz se suele anexar con violenta naturalidad “lo negro” a lo extranjero, pobre, ignorante, marrón, chorro, indio, basura, miedo, marginal, etc. Entre 2018 y 2022, junto a más de 50 educadores y 600 niñes de “negros” territorios y en adversas condiciones, en el marco de un programa socioeducativo del Estado desarrollamos un proyecto que problematizó nuestras miradas y prácticas en torno a lo negro, y en su proceso nos ofreció otros modos de significar y visibilzar públicamente la compleja tensión de habitar un paradigma liminal. En el transcurso del proyecto encontramos su verbo: Oscuminar. Dentro de esta política estatal socioeducativa de promoción de derechos de infancias se cristalizó la potencia de una práctica arqueológica “de barr(i)o”. El proyecto local en la villa 21-24 se tituló “Bajo las Baldosas de Barracas” e indagó en en lo que históricamente nos constituye pero se mantiene oculto en nuestras representaciones y formas de percibir y habitar, casi literalmente, el barro del barrio. Aquí los aportes de la arqueología fueron fagocitados por la acción colectiva en el territorio, y esto a su vez colaboró en desplegar un potencial inusitado frente a una concepción ilustrada de “lo arqueológico”. Utilizando producciones académicas, participando de encuentros con profesionales pero también recuperando/alojando/habitando significaciones catigundas de la arqueología como ser la operación que la homologa a la paleontología, la asociación a representaciones cinematográficas, la reducción a la idea de excavar, fuimos encontrándonos con la propia historia negada del barrio. Esta historicidad empezó a manifestarse en materialidades ferroviarias sepultadas pero reclamadas en las estructuras de las casas, en la identificación de la propia institución como una ex-estación ferroviaria, la recuperación de relatos intergeneracionales con abuelas, la ampliación de la memoria local al incorporar temporalidades que reconocen fauna autóctona desplazada por la urbanización, la preexistencia aborigen, megafauna extinta y criaturas marinas. Este trabajo busca compartir el hallazgo de una arqueología como operador de sentido, como reservorio de poéticas que nutren la práctica educativa y lúdica en territorio, como herramienta para la restitución de derechos de infancias y como modo de resignificar nuestra inscripción en el barrio ancestral.