Desde los albores del SXIX, la planicie que conforma la ecorregión de la puna (Jujuy-Argentina), ha sido objeto de caracterizaciones y descripciones múltiples. Tanto los primeros viajeros que surcaron el territorio, como las comitivas enviadas por las gobernaciones, coincidieron en delinear este espacio geográfico desde las condiciones hostiles que lo particularizaban- la extrema aridez del paisaje, la amplitud térmica extrema-, así como por las eventuales sensaciones corporales y emocionales que atravesaban a quién decidía aventurarse- el soroche, el hastío, el extrañamiento absoluto-. La conformación de estos imaginarios sobre la puna no se limitaron a las representaciones de lo estrictamente paisajístico, sino que se trasladaron a los habitantes. Los collas fueron entonces referidos como “seres indolentes y taciturnos” de espíritu melancólico y prácticas carentes de virtud, habitantes adaptados a las misérrimas condiciones que los rodeaban.
Dos siglos después, estas representaciones continúan vigentes, actualizadas por ejemplo en las ofertas turísticas que intentan atraer a los foráneos a la exploración de este territorio. En esta presentación, me interesa tensionar estos imaginarios en relación a los registros etnográficos producidos en el marco de mi investigación doctoral, radicada en el departamento de Rinconada (puna jujeña). Interesada por analizar las relaciones surgidas en torno a la actividad productiva minera, mi pregunta de investigación apunta a comprender los modos de relacionamiento que suceden entre un conjunto de 14 comunidades indígenas y una empresa minera que se encuentra en operación en dicho territorio, en relación a la obtención y sostenimiento de la licencia social. Es en ese marco social, donde las representaciones existentes sobre la puna como un territorio misérrimo quedan desbancadas, ya que precisamente las articulaciones existentes entre ambos actores sociales surgen de la concepción compartida de dicho territorio como hospedador de una riqueza mineral desmesurada. Es en línea con esta percepción territorial, que se configuran también novedosas prácticas y discursos en torno a las comunidades indígenas, quienes se erigen y son concebidas como agentes claves y productores de las disputas que atraviesan su territorio y modo de vida, mediante prácticas de negociación colectiva. De este modo, me interesa problematizar el la vigencia y el alcance real de estos imaginarios foráneos en contextos locales, para dar cuenta de las complejidades que alberga el “desierto” de la puna jujeña.