Hasta hace unas décadas atrás, el rechazo y el desarraigo familiar eran –y en gran cantidad de casos lo siguen siendo- algunas de las variables más repetidas en las trayectorias de vida de las personas trans en Argentina. Actualmente, cada vez más familias deciden “acompañar” a niñes y adolescentes que no se identifican con el género que les fue asignado al momento del nacimiento para que sus derechos sean garantizados.
Este aumento del acompañamiento y de la visibilidad de familias que acompañan a sus hijes provocó cada vez más miradas sobre quienes ma/paternan a esas niñeces y adolescencias. Padres, pero sobre todo madres, de niñes y adolescentes que no se identifican con el género asignado son continuamente observadas, juzgadas y cuestionadas. Desde miradas conservadoras y antiderechos se las acusa de “ideologizar” a sus hijes, de querer “convertirles” y entre otros juicios sobre su maternidad. Al mismo tiempo, desde los activismos e incluso desde organismos estatales proliferan cada vez más instrucciones o lineamientos sobre cómo acompañar “bien” a las infancias que deciden transicionar.
Tanto los activismos como la academia feminista vienen problematizando desde hace décadas la cuestión de la maternidad. Por un lado, visibilizando la sobrecarga de las mujeres-madres en las tareas de cuidado en relación a los hombres. Por otro, analizando como esta mirada y monitoreo externo a la maternidad por parte de la sociedad deviene en un extendido temor a ser “malas madres”, lo que a su vez provoca sentimientos como la culpa.
En este trabajo me interesa analizar cómo estas cuestiones referidas a la maternidad, en especial el temor a ser una “mala madre”, se encarnan, se (re) significan, se experimentan en un caso en concreto: el de las madres de infancias y adolescencias trans. Para cumplir con este objetivo recurriré a los datos obtenidos a través de mi trabajo de campo con mujeres-madres en la ciudad de San Carlos de Bariloche, Argentina.