En el 2017, mientras realizaba una entrevista en el marco de mis investigaciones, me encontré ante el llanto de mi entrevistado y la escena resultó un imprevisto que me sorprendió e incomodó. Dicho encuentro motivó una serie de reflexiones metodológicas hasta el momento inexploradas, en especial sobre el papel del extrañamiento, dado que el entrevistado, ex preso político de la última dictadura militar en Olavarría, es una persona con quien he hablado en múltiples oportunidades y con quien me une una relación de confianza construida tiempo atrás y que precede a mi rol como investigador. Nunca había visto llorar a mi entrevistado y con regularidad habíamos conversado sobre distintos temas asociados a sus vivencias durante la última dictadura militar ¿Por qué se expresó de esa manera? ¿Cómo no lo pude prever? ¿Era inesperado o esperado que ello ocurriera?
La temática de los derechos humanos, recurrente en los estudios de las ciencias sociales, suele estar asociada en Argentina a los casos que comprenden los delitos de la última dictadura militar. Por esta razón, muchos/as de los/as investigadores/as que deciden trabajar en dicha área, además de mostrar interés por la temática, suelen mantener un compromiso militante o una adhesión personal con dichas causas. Este involucramiento, que cruza la existencia de un interés científico con el activismo político, pone en tensión la tarea de quien investiga exigiendo un extrañamiento mayor de sus propias prácticas y comportamientos.
Partiendo de esta reflexión, la presente ponencia describe la experiencia de investigar el activismo en torno al juicio Monte Pelloni por delitos de lesa humanidad desarrollado en Olavarría durante el 2014 en el que, además, adquirí el doble rol de militante e investigador. Este caso, que en su momento fue la base para el desarrollo de mi tesis de licenciatura en antropología social, implicó de allí en más, un constante ejercicio reflexivo sobre los hechos estudiados; sobre todo, advirtiendo el desafío que implica abordar las emociones que los actores a investigar exponen en contextos de confianza e intimidad. En este sentido, el presente trabajo indaga en cómo el rol de quien investiga, cuando se encuentra involucrado/a política y emocionalmente a su objeto de estudio, encuentra facilidades para el acceso al campo, al tiempo que se revelan sentidos y prácticas naturalizadas que entran en tensión respecto de la metodología de investigación empleada. En este sentido, la observación participante y la entrevista en profundidad, se revelan como métodos efectivos, a la vez que exigen una sensibilidad capaz de contemplar que, en las temáticas que abordan procesos de violencia, pueden volver esperado lo inesperado.