Hoy en día el Perú vive una crisis generalizada por la insuficiente respuesta de los poderes y entidades del Estado frente a las problemáticas que aquejan a las diferentes poblaciones que alberga la nación. Esta situación manifiesta una acumulación insostenible de demandas, críticas y juicios que la población expresa contra las autoridades que sostienen tales instituciones. Asimismo, las acciones de estos personajes parecen repetirse en prácticas que parten por una falsa empatía con las necesidades populares, hasta desembocar en el ejercicio autoritario de las facultades políticas delegadas. En este contexto cabe cuestionarnos sobre ¿cómo se ha llegado a este agudo nivel de desconsideración de las funciones técnicas, las normas básicas y el sentido común que normalizan las directrices de una “sociedad civilizada” y un “Estado benefactor”? Para obtener conjeturas más traslúcidas de dicha problemática, habría que comprender ¿qué responsabilidades civiles se ignoran o mal ejercen por la población perpetuando el “círculo vicioso” en que se ha inmerso la práctica política?, ¿por qué se ha estructurado un Estado con acciones tan deficientes que remarcan las faltas políticas de la población? En ese sentido, es objetivo del presente trabajo describir y analizar cuál es la realidad que experimenta la población del Perú en el campo de la cultura política de las últimas décadas. Abordaremos indicadores clave que nos permite analizar integralmente los diferentes grupos de la población peruana entorno a sus condiciones económicas, decisiones políticas y percepciones culturales. Para ello, se ha recurrido a la estrategia de investigación antropológica que ofrece el materialismo cultural sobre un conjunto de postulados científicos que reflejan las propiedades estructurales de la cultura; inmiscuido en la interpretación de un “peruano de a pie”, un ciudadano de clase media trabajadora. Con ello, concluimos que las conductas e intervenciones políticas populares en la población peruana de los últimos años ilustra la preferencia por el “antivoto” como un mecanismo electoral mediante el cual la ciudadanía puede evitar una “opción democrática” calificada como “catastrófica” por una percibida como “menos terrible”. Esta situación degenera en que las autoridades elegidas para ocupar los cargos del Estado se distancien de la representación de las exigencias, necesidades y proyecciones públicas de la población, enfocando sus funciones en la realización de planes privados guiados por intereses personales, partidarios, empresariales o clientelistas. El resquebrajamiento del orden político se agudiza ya que el mestizaje y la convergencia migratoria suscitada en las últimas décadas, de las que aún no es consciente la mayoría poblacional, reproduce un estilo de vida aclimatado por el constante conflicto de intereses, reivindicaciones o idearios. Situación que abre el camino a la incursión de múltiples “líderes populistas” (outsiders) alrededor de los cuales deciden movilizarse políticamente los distintos grupos de la población.