El presente trabajo es un esfuerzo a nivel analítico y empírico que enlaza un dialogo en torno al concepto de terrorismo ubicándolo en dos escenarios que se corresponden a dos niveles espaciales diferentes, pero que operan de maneras similar, pues el terror es una pedagogía que atraviesa nuestra cotidianidad.
Contrario a lo que se pensaría, el que una acción sea terrorista no depende de la intención del victimario, sino de los efectos (miedo, paralización, desconfianza, paranoia, etc.) que invariablemente produce la violencia en distintas escalas y alcances como un acto intrínsecamente comunicativo. La violencia emite mensajes incluso cuando ese no sea el deseo del agresor, por eso es siempre terrorista y lo que nos dice, es hasta dónde está dispuesto a llegar el violador (violento) para producir su soberanía cualquiera que sea la “Razón”.
Es aquí, el lugar desde donde se ubica contextualmente el terrorismo, como algo encontrarse ante la posibilidad a veces velada y otras no, de verlo como un ejercicio sistemático e histórico de violencia sobre poblaciones que pueden comprender desde la totalidad del territorio de un país, hasta un barrio marginado en alguna de las ciudades que lo comprenden.
Por ello el objetivo específico de este trabajo, es mostrar como la dinámica de este proceso tiene efectos diferenciados pero perceptibles desde una lectura que comprende el nivel organizativo que pone un arma detrás de un sicario, un sicario detrás de un hombre de algún barrio marginado en muchos lugares, pero en específico los “polígonos de desarrollo” en León, Guanajuato, México, mismos que demarcan una espacialidad que se ha visto azorada por los grupos armados desde hace casi 20 años y que en el discurso gubernamental, se les considera espacios a los que se dirigen especiales esfuerzos por mejorar su nivel de vida.
No obstante, se ha traducido en ejercicios sistemáticos de control, vigilancia y violencia sobre estas poblaciones, que posiciona a los hombres de estos espacios ante la posibilidad permanente de verse sumergidos en la dinámica del terror, tanto el que generan, como aquel que se les impone, y que cuando las posibilidades de supervivencia se ven limitadas a esta dicotomía, la pregunta que surge es si podremos superar el terrorismo como principio organizativo de nuestras relaciones tanto barriales como estatales.