Ya sea en las montañas, bosques, milpas o incluso en la propia comunidad, la gente puede encontrarse, voluntaria o involuntariamente, con el Niwan jnal [lit. “gran ladino”] o Niwan Pukuj [lit. “gran diablo/demonio”], conocido popularmente como El Sombrerón; o bien con la Pajkintaj, pareja del primero, a quienes se les conoce por ser dueños de ciertos espacios, comúnmente cerros, cuevas y cuerpos de agua, así como de los animales silvestres que moran allí. Estos encuentros humanos-dueños, siempre peligrosos, provocan alteraciones en la corporalidad de las personas, que incluyen cambios físicos (se “agranda” o “infla” la cabeza) y perceptuales (se ven espacios y elementos del paisaje de manera diferente) provocados por los dueños con el fin de capturarlos. A su vez, la corporalidad de los dueños es fluida, pues transita entre la animalidad y la humanidad, entre el aspecto de un familiar y el de la otredad étnica (el ladino, la ladina). Es justamente para evitar que el dueño se apodere de la persona (ponerse la ropa al revés, orinarse, etc.), o para escapar de su dominio si ésta ya fue apresada, que el humano debe modificar algún aspecto de su corporalidad. Las personas que han sido llevadas al hogar de los dueños y han logrado escapar, describen la naturaleza múltiple de cuerpos y objetos que existen ahí: la comida, los frijoles, son garrapatas; el pozol (bebida) es pus; la leña son huesos; las cercas de los corrales son serpientes, etc. Tomando en cuenta lo anterior, el objetivo de la presente ponencia es analizar estas dinámicas de las corporalidades de dueños y humanos en comunidades mayas tojolabales de la frontera México-Guatemala, a fin de mostrar la importancia de ciertos aspectos ontológicos relacionales en la cosmología tojolabal. El trabajo está basado en el propio trabajo de campo efectuado en comunidades del municipio de Las Margaritas, Chiapas, complementado con el análisis de narrativas de tradición oral tojolabal registradas y publicadas por otros autores.