América Latina es la región más desigual en términos de distribución de ingresos. La extrema desigualdad está caracterizada por la acumulación de riqueza en pocas manos. Para sostenerla es necesario construir formas hegemónicas de percibir y valorar que instalen una visión del mundo compatible con ella, por medio de un trabajo de representación y de instituciones encargadas de legitimarla, como la escuela. Se trata de un proceso que no se da sin resistencias y resiliencias individuales y colectivas. En los últimos años, se ha puesto de manifiesto una revitalización de antiguas ideas sobre la movilidad social. Así, la noción de «fragmentación» vino a reemplazar la pregunta sobre la democratización.
En ese contexto de ideas se han complejizado viejos consensos sobre una idea de “igualdad” que no podía permanecer incólume ante la persistencia de “desigualdades complejas” (Feijoó, 2002). Dichas desigualdades son el resultado de formas de exclusión social y moral (Dubet, 2017) que surgen del sistema de género, de las prácticas institucionales y de determinados patrones residenciales, entre otros mecanismos. Así, nos interesa seguir construyendo un pensamiento específico, situado y reflexivo sobre las dinámicas de cooptación y colonización de diferentes instituciones públicas y privadas, educativas o simplemente de sociabilidad, que en el contexto latinoamericano tienen como objetivo la reproducción del privilegio.
Desde un punto de vista que mira la pobreza (el origen, muchas veces, de procesos de elitización), como algo más que el reino de la carencia absoluta o de las oportunidades escasas, nos interesa construir una mirada sobre la necesidad económica concebida como “aprovechamiento” (Lahire, 1995). En ese sentido, apuntamos a reflexionar a partir de experiencias de ciertas familias de clases populares (donde no hay un capital cultural legítimo heredado) en las que un conjunto de prácticas pueden formar parte de la cotidianeidad de niños que en la escuela encuentran un desarrollo favorable, en tanto promueven procesos de elitización.
Nos referimos a la vigilancia moral, la existencia de un proyecto de mejora (Méndez, 2022), el ordenamiento regular del uso del tiempo (Bourdieu, 2013), el cuidado materno orientado a resguardar condiciones favorables al estudio, la gestión racional de los gastos de la vida doméstica, la expertise en la relación con las administraciones estatales (Schijman, 2022), entre otras. En definitiva, nuestra propuesta es pensar relacionalmente, por un lado, las prácticas que llevan adelante las familias de clases populares, como parte del aprovechamiento en el que reposan los procesos de elitización, con, por el otro, los mecanismos de cierre social y acaparamiento de oportunidades puestos en funcionamiento por las elites consolidadas.