En Latinoamérica, la ruina como amalgama de materialidades derruidas y de formas ambivalentes, se ubica en el principio y en el centro de nuestra historia. Así lo recordaban José Martí o José Arguedas entre tantos otros. En efecto, nuestro continente se hace desde la ruina, un espacio heterotópico, doliente, abigarrado y siempre en inacabada génesis. Pero un espacio y un territorio al fin. La ruina en Latinoamérica opera como esa bisagra entre la memoria y el olvido, entre el deseo y la imposibilidad de ser. Pero también como aquello que, siendo significativo en términos de memoria social, corre el peligro de ser incorporado como objeto museográfico, monumento o como raíz y fundamento de un futuro deseado.Esta investigación, sin embargo, propone escudriñar de un modo cuidadoso y amoroso en nuestras ciudades y sus ruinas, pero también sus desechos y desperdicios. Quienes aquí escribimos – etnógrafos, historiadores, artistas y poetas–, hacemos una reconstrucción de los estratos sobre los que se levantan las ciudades, sus ruinas y escombros desperdigados en los espacios exteriores e interiores como son los antiguos patios, cocinas, corredores, depósitos y corrales. Afirmamos que las ruinas, más allá de su materialidad, dan cuenta de la forma como cada presente se relaciona con su pasado, la pregunta que nos interesa es ¿bajo qué circunstancias se van perdiendo esas huellas del pasado? Postulamos que las ruinas no puedan ser pensadas, sino es en relación con otras ruinas, con la ciudad en su conjunto y como nodos de relación entre distintas temporalidades y estratificaciones. La figura de la ruina permite interrogarnos sobre el modo por el cual formas sociales fragmentadas conviven y se desplazan, posibilitando nuevas formas sociales, nuevas totalidades sociales que se imponen a la suma de las partes, de manera siempre inestable. La forma, trizada, frágil y desplazada de su sitio original, aparece como un modo de estructuración de lo social y de su inteligibilidad. Las ruinas permiten hablar de una dialéctica permanente, nunca acabada, entre lo “transitorio y lo eterno”, lo que se edifica y lo que se derrumba, lo que se genera y lo que se descompone, en el marco de la modernidad desbordada. La invitación es a leer la ruina, no como un simulacro o parodia de las técnicas del estado o del mercado, sino como ejercicio de soberanía, en los que la ruina visibiliza la violencia que el poder hegemónico tiende a borrar, a disimular, a fijar. Este libro sobre las ruinas en Latinoamérica es también una antropología sobre su potencia mimética, su capacidad su capacidad para resistir al despojo y el olvido. Es una invitación a elaborar una poética sobre el poder transformador y democratizador de las ruinas en nuestras ciudades latinoamericanas.