A principios de siglo, y en el marco de una de las mayores crisis que afrontó la Argentina, miles de personas lograron subsistir a través de la recuperación de materiales reciclables. Albañiles, changarines, trabajadores por cuenta propia, empleadas/os fabriles y domésticas, entre otras tareas, pudieron obtener un sustento. Mientras que, a medida que la situación económica mejoró, funcionarios públicos señalaban que, inevitablemente, estos serían reabsobidos a sus antiguos labores, y de hecho algunas/os retomaron a sus viejos oficios, muchos continuaron en la tarea y comenzaron a desarrollar formas de organización y a demandar por el reconocimiento de su labor como un trabajo.
Este proceso, sin embargo, requirió de la organización. Primero en pequeños grupos, familiares o de vecinos, para luego ir creciendo y llegando a conformar cooperativas y federaciones que las/os nuclean. La organización, entonces, posibilitó el fin de la persecusión policial, el reconocimiento social y, en algunos casos, el reconocimiento monetario por parte de las agencias estatales.
Estos logros, o triunfos como ellas/os los llaman, permitieron ir, no solo aumentando el nivel organizativo, como la cantidad de gente, y, al mismo tiempo, presentarse como un horizonte posible de ser accesible para quienes, aún, no lo han logrado.
Basándome en mi trabajo de campo con la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores en Lomas de Zamora, en esta ponencia me propongo dar cuenta de los logros, tropiezos, tristezas y alegrías que, en afrontados en conjunto, permitieron transformar una actividad que, en muchos casos, generaba vergüenza o miedo en un trabajo que, incluso, esta mejor ponderado que experiencias previas en trabajos “formales” o registrados.
De esta manera, este trabajo propone centrarse en las formas en que el trabajo colectivo posibilitó el repensar proyectos de vida como también rearmar vidas y recuperar a personas de las adicciones y construir horizontes en conjunto que posibiltan no solo mejorar las condiciones de trabajo sino que, incluso, se vuelven espacios a defender y a sostener a pesar de las dificultades cotidianas.