Hace décadas que el término quechua minga (o mink’a, o minqa), ha trascendido su uso coloquial en las comunidades andinas, y ha sido adoptado por múltiples experiencias de innovación social, cultural e incluso artística como expresión latinoamericanista del trabajo cooperativo y desinteresado en pos de un objetivo común. Simultáneamente, la palabra sigue guardando vigencia en sus ámbitos andinos de origen para designar distintas modalidades de intercambio recíproco de trabajo. Sin embargo, cuando se trata de recuperar su definición teórica, el último gran esfuerzo de síntesis conceptual ha sido el realizado en la obra clásica de Alberti y Mayer (1974), “Reciprocidad e intercambio en los andes peruanos”, y más específicamente, el capítulo escrito por César Fonseca Martel.
Prácticamente medio siglo ha pasado de esta obra clásica. En el transcurso de ese lapso de tiempo se han escrito distintas etnografías en diferentes puntos de los andes centrales y centro-sur, que han recuperado usos locales del concepto. Asimismo, las sociedades nacionales han cambiado enormemente en este período de tiempo, no sólo en cuanto a las condiciones de la vida política, sino también en cuanto a las condiciones de acceso a la tierra, a las tecnologías disponibles para el transporte, la creación de nuevos mercados globales para los productos campesinos, la comunicación remota y el propio intercambio de trabajo.
Inspirados en material etnográfico original recopilado en el noroeste argentino durante las últimas dos décadas, nos proponemos en esta oportunidad realizar una puesta en limpio y ejercicio comparativo del concepto en distintas áreas de los Andes. Además de identificar las definiciones nativas del término que distintos autores recuperaron en las últimas décadas, nos interesa delimitar sus usos efectivos y los contextos de enunciación válidos en los que la palabra es empleada y puesta en práctica. Este ejercicio tiene como objetivo ordenar la información disponible, pero sobre todo, nos ofrece un primer puntapié analítico para reflexionar sobre cómo este tipo de experiencias ininterrumpidas de trabajo cooperativo agrícola pueden brindar aprendizajes e insumos para las llamadas “nuevas ruralidades” ante las amenazas de desestructuración, deserción y privatización a que se enfrentan en el siglo XXI.