En mayo de 2023, un incendio generado en una mega granja porcícola de alrededor de cuarenta mil cerdos en Santa María Chí, una comunidad maya de Yucatán, detonó una intensa movilización entre la población local, la cual denunció las enfermedades provocadas por el incendio. El incendio fue un catalizador para la denuncia de otros problemas asociados con la granja: la constante pestilencia, el tráfico incesante de enormes camiones transportando cerdos y sus alimentos, la contaminación del agua, así como la falta de consulta a la comunidad sobre la instalación y el crecimiento de la granja.
La contaminación del agua, suelo y aire puede ser entendida como una forma de “violencia lenta”, una “violencia que ocurre gradualmente y fuera de la vista […] dispersa en el tiempo y en el espacio” (Nixon 2011:2). Para los vecinos de Santa Maria Chí, esta violencia lenta se remonta por lo menos treinta años atrás, cuando la granja se instaló originalmente en la década de 1980. No obstante, la violencia lenta de la contaminación debe ubicarse en un marco histórico aún más amplio, acaso como una herencia de la violencia colonial: la granja se instaló donde antes se producía henequén, el monocultivo que hizo a la clase hacendada criolla de Yucatán una de los grupos más ricos de México a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, gracias a la explotación de la fuerza de trabajo indígena e inmigrante. En esta ponencia exploro: ¿cómo los vecinos de Santa Maria Chí conceptualizan la historicidad de la violencia lenta que sufren actualmente?, ¿cómo la historia se ha convertido en una fuente para denunciar agravios y reclamar derechos?