En este trabajo se refiere a una investigación sobre productores agroecológicos y la creación de tecnologías en el Distrito Federal de Brasil. Propongo reflexionar sobre lo que una perspectiva material y ecológica del aprendizaje en la antropología puede aportar al debate contemporáneo sobre la educación y cómo construir un enfoque que se interese por el flujo material del proceso educativo basado en una perspectiva de la técnica. El objetivo de la investigación es comprender en qué medida los espacios sociotécnicos de creación y perfeccionamiento de prototipos de máquinas para procesos productivos comunitarios se convierten en “ambientes de aprendizaje” como parte de un proceso educativo inventivo orientado a reposicionar la autonomía tecno-cognitiva, sociopolítica, económica y la calidad de vida de las comunidades qué participan de estos procesos.
Al observar este proceso educativo con atención al flujo de materiales y a los procesos de aprendizaje, la técnica emerge como una línea de investigación privilegiada. En este itinerario, las dinámicas de apropiación por parte de personas y comunidades también plantean interrogantes sobre algunas nociones del campo de la educación, como la intencionalidad y la mediación pedagógica.
La iniciativa a la que me refiero se organiza como una comunidad de práctica (Lave y Wenger, 1991), que se moviliza a través de un flujo de reuniones y sesiones de actividades en espacios que podemos denominar sociotécnicos, donde es posible observar una cognición distribuida, diferentes modos de participación en el flujo de la práctica y la concatenación de diferentes elementos y fuerzas. Por su dinámica, este proceso invita a un abordaje que va más allá de lo sociológico, incluyendo en el campo de atención etnográfico la participación de organismos, artefactos, cosas y ritmo, no sólo como objetos de conocimiento o acción humana (Sautchuk 2015) sino considerando su participación y sus roles en el flujo de aprendizaje (Carvalho, Steil & Gonzaga, 2020).
Creo que el proceso de aprendizaje experimentado por esta comunidad de práctica puede ser entendido como una educación inventiva. Inventiva en el sentido que le da la etimología latina de la palabra -invenire- que significa componer con restos arqueológicos. En estos términos, inventar es como excavar a través de las capas de la historia para encontrar lo que estaba oculto, aunque ya estuviera ahí. No se trata de inventar algo de la nada, sino de encontrar la sintonía fina entre materiales de distinta naturaleza. En este caso, la invención presupone un conocimiento intuitivo de la tecnicidad de los elementos, una sensibilidad a la tecnicidad del conjunto técnico, que conduce a la compatibilidad entre los elementos (Simondon, 2007).
Esto proceso configura una práctica cognitiva diferente de las habituales en la educación escolar convencional (Kastrup, 2005). Encontramos así una política cognitiva diferente, procedimental y abierta a la invención del sujeto y del mundo en un proceso ontogenético que denomino de tecno pedagogía inventiva.