La construcción de memoria en torno a los sucesos de violencia de la dictadura militar de Pinochet en Chile ha sido, desde el primer momento, un trabajo de producción simbólica y material que continúa en disputa hasta el día de hoy. Es particularmente en su dimensión mas física y corporeizada, que muchas agrupaciones de memoria y derechos humanos han centrado su atención y esfuerzo, pues ha permitido crear un puente entre quienes producen objetos de memoria, el cuerpo como sitio de producción de memoria, y la memoria misma. Así estas prácticas se constituyen como ejercicios corporales-materiales que históricamente han permitido elaborar aquello que no necesariamente pasa por la palabra y que por tanto, facilitan la articulación de experiencias de duelo y violencia desde otro lugar.
Partiendo de las experiencias etnográficas de encuentro con dos colectivas de memoria en Santiago de Chile dedicadas a la producción textil de arpillera y de tejido manual sin instrumentos, esta propuesta explora el vínculo etnográfico entre la producción de conocimiento sobre prácticas-objetos de memoria y el lugar que tiene el cuerpo en el aprendizaje de estos oficios oficios, así como sus implicaciones sobre disposiciones físicas, emocionales, y personales que imbrican lo colectivo y público de los encuentros de producción, con la intímidad de su continuación en espacios domésticos y cotidianos.
Sostenemos que el abrochamiento de técnicas, materiales, disposiciones, saberes, y espacios públicos y privados de los que emergen los objetos imbuen simbólicamente las producciones textiles y de bordado de significados que se asocian con el tipo de reconstrucción de memoria por el que trabajan. Así, la arpillera de memoria, por ejemplo, esconde en su técnica la experticia adquirida en largas horas de espera por noticias de personas desaparecidas que eran llenadas con bordado minucioso de escenas que retratan, casi fotográficamente, los horrores cometidos por los aparatos represivos del Estado a través de objetos textiles producidos en una disposición corporal de atención y uso del tiempo particulares. En el tejido manual sin instrumentos, al contrario, la incansable repetición de movimientos de yute entre los dedos (en nuestro caso, fibras rojas que siguen la metáfora del nombre del colectivo – hilos rojos – que representa la sangre generada por los continuumsde violencia) permitía la creación de espacios colectivos donde la atención se centraba en la conversación y los relatos (en lugar de una imágen) para producir mantos de tamaño significativo que cubren, enredan, o envuelven monumentos de memoria en el espacio público. Aquí la corporalidad, se vuelca sobre la experticia de “hacer sin mirar” pues el espacio se orienta al seguimiento atento de conversaciones sobre duelo.
Así, esta propuesta parte por tomar aproximaciones metodológicas de hacer etnografía con y a través de la producción de objetos textiles delineadas en trabajos de autoras como Sophie Woodward (2020) y Tania Pérez-Bustos (2021), resaltando que el quehacer etnográfico es profundizado en aproximaciones materiales que involucran a quienes investigan y con quienes se investiga a través de la construcción conjunta de objetos imbuidos de narrativas, símbolos, y conocimientos técnicos-tácitos que implican.