Frente al paradigma neoliberal y neocolonial que ha colocado a América Latina como territorio de extractivismos, surgen cada vez con mayor fuerza un conjunto de resistencias feministas desde dentro de comunidades y organizaciones campesino-indígenas que sufren los efectos devastadores de estos procesos. Gran parte de estas propuestas, más allá de las esperables diferencias, han tejido diálogos a partir de la plataforma común que sostiene a todas ellas (Ulloa 2020, Svampa 2021). Este es el caso del “feminismo campesino y popular” propuesto globalmente por la Vía Campesina, el cual en Argentina es apropiado localmente por el Movimiento Campesino Mo.Ca.SE. En esta propuesta cobra centralidad la praxis de la agroecología. Desde este paradigma, el rol de las mujeres es clave, ya que en las comunidades rurales son ellas quienes tradicionalmente se han encargado de los procesos de cultivo, cosecha y de la transmisión de conocimientos (Siliprandi 2015). Su papel político, a su vez, se enmarca aquel de los feminismos autónomos, campesinos e indígenas surgidos en contextos similares, en los cuales cobra protagonismo la ética del cuidado, incluyendo lo comunitario, la despatrarcalización o el anticapitalismo (Cruz Hernández, 2019). Estas resistencias articulan las demandas de justicia ambiental, socioeconómicas y de género, posicionándose como sujetas estratégicas a la hora de proveer alimentos sustentables y de garantizar la sostenibilidad de la vida en sus comunidades.
Tanto el feminismo campesino y popular como la agroecología van directo al corazón de las lógicas de poder neocoloniales, denunciando las violencias hacia las mujeres y la naturaleza, y proponiendo valores alternativos como la horizontalidad, el equilibrio y la reciprocidad. Partiendo de aquí, y desde una perspectiva antropológica, este trabajo explora los vínculos entre feminismo y agroecología en el Mo.Ca.SE, ¿puede pensarse a la agroecología como una praxis feminista? ¿Qué condiciones deben darse para que ambos paradigmas vayan de la mano?