Ciudad del Bicentenario es un macroproyecto de vivienda ubicado en la zona periférica de Cartagena, una ciudad de la Costa Caribe de Colombia promovido por el Gobierno Nacional y desarrollado por constructoras privadas, que contempla la construcción de viviendas de interés social, espacio y equipamiento público. Esta urbanización, como la mayoría de los proyectos de vivienda social en el país, se basa en los principios del “Nuevo Urbanismo”. El proyecto está orientado a familias de ingresos bajos y medios y busca contribuir a solucionar el déficit cualitativo y cuantitativo de la vivienda en el país. Sin embargo, para muchas familias que viven allí, habitar en Ciudad del Bicentenario ha implicado altos costos económicos y sociales por su desconexión con la ciudad y la promesa, hasta ahora incumplida, de tener acceso a infraestructura y servicios urbanos.
Lemanski (2019) sugiere que, de las condiciones materiales de las infraestructuras, se puede interpretar el grado de presencia del Estado en la vida cotidiana; y en Ciudad Bicentenario se puede claramente evidenciar un Estado ausente. Los habitantes de este proyecto deben lidiar con el dilema entre la promesa de la ciudad completa y la deprivación de infraestructura resultado de un proyecto que no ha logrado cumplir sus aspiraciones de desarrollo y modernidad.
Si bien lo material tiende al decaimiento y la entropía, comprender quiénes deben asumir el cuidado y reparación de estas condiciones materiales, permite explorar los límites de la inclusión y el derecho a una ciudadanía sustantiva. En Ciudad Bicentenario, la reparación e incluso la construcción de infraestructura material la deben hacer sus habitantes para sostener su vida social y económica. Con unos recursos limitados, las reparaciones de unas ruinas, que parecieran prematuras, las deben hacer poco a poco. En procesos de autoconstrucción en barrios de origen informal en América Latina, la producción social del hábitat es una forma para asegurar el lugar en la ciudad (Moore, Eiro, y Koster 2022), esta realidad excede los barrios de autoconstrucción.
Desde un acercamiento etnográfico, llevado a cabo en el marco de un proyecto investigativo para el fondo FAPA de la profesora Adriana Hurtado en dónde mi rol era asistente de investigación, me intereso por explorar cómo en contextos formales, pero con una gran precariedad urbana, la necesidad de reparar y sostener la vida requiere una labor de adaptación y creación (patchwork, De Coss-Corzo, 2020) constante para llenar los vacíos que dejó el Estado y el mercado a través de un trabajo improvisado e incremental. El resultado son infraestructuras formales adaptadas y apropiadas a través de procesos de diseño urbano insurgente que, por un lado, manifiesta una forma de reclamar el derecho a la ciudad. Y, por otro, permite cuestionar y problematizar la propuesta de los megaproyectos de vivienda como una solución para romper con la urbanización informal y lo que pasa en la realidad, dónde la regla pareciera seguir siendo la necesidad de improvisación y movilización de recursos materiales y sociales para sostener la vida y luchar por el derecho a la inclusión.