El presente trabajo busca, por un lado, compartir dos experiencias situadas en las que mujeres mapuche de Villa La Angostura (Provincia de Neuquén) y mujeres de barrios populares de La Matanza (Provincia de Buenos Aires) están imaginando y creando formas colectivas y comunitarias de reinventar la vida en contextos de violencia de género. Y por otro lado, atender al modo en que estas experiencias nos interrogan y movilizan en nuestro rol de investigadoras y militantes feministas.

Más allá de sus particularidades, ambas experiencias nos han permitido reflexionar acerca de las formas en que estas mujeres “restauran refugios”, en términos de Donna Haraway, creando colectivamente estrategias no sólo para -como propone Anna Tsing- “sobrevivir en un mundo en ruinas”, sino para que ese mundo pueda ser algo distinto para ellas mismas y para quienes vienen detrás. Por eso entendemos que estas estrategias también son intergeneracionales y son pensadas en relación a sentidos de “maternidad” que no refieren simplemente al vínculo madre-hijes, sino a prácticas de cuidado (humanos y más-que-humanos) que resignifican y (re)politizan la vida cotidiana y los diversos trabajos -productivos y reproductivos- involucrados, para proyectar, imaginar y crear futuro.

En este sentido, ambas experiencias nos permiten romper con un paradigma “rehabilitador” de la violencia, en términos de víctimas y victimismos individuales, para anclarlo en la dimensión política y organizativa, considerando lo que mueven y conmueven esas violencias como estructura y como experiencia situada y encarnada que nos encuentra y nos hace ser-con-otras. A partir de esto sostenemos que estas mujeres construyen epistemologías de/desde la(s) violencia(s) que, partiendo de experiencias terribles, se erigen como espacio creativos desde el que construir conocimientos y tramar formas colectivas y comunitarias de reinventar la vida en contextos de violencia de género.

Asimismo, y atendiendo al modo en que estas experiencias nos interrogan en nuestro rol de investigadoras, nos interesa recuperar la noción de “ignorancia desde el cuidado” propuesta por Nancy Tuana, para pensar algunas situaciones de nuestros campos y el desafío que implica producir conocimiento desde la incertidumbre y las incertezas. Esto es particularmente importante, en tanto como militantes feministas tenemos formas propias de entender y vivir la lucha contra la violencia de género, que muchas veces no son las mismas que las de las mujeres con las que trabajamos. Disponer la ignorancia como punto de partida epistémico nos permite acompañar la emergencia y el despliegue de otros futuros posibles, dejándonos afectar y afectando los diversos ensamblajes, humanos y más que humanos, que entran en juego tanto en la producción de conocimientos situados y encarnados como en la reconstrucción de refugios compartidos y mundos vivibles y habitables para todes.