Esta ponencia aborda la reemergencia étnica (Lazzari, 2011) del Pueblo Weenhayek en el Departamento San Martín de la Provincia de Salta y su demanda de reconocimiento como pueblo preexistente al Estado, entendiendo que se trata de un proceso de subjetivación política (Briones y Ramos, 2005). Se propone, específicamente, analizar ese proceso atendiendo al modo en que en él confluyen el trabajo de memoria que realizan las comunidades que lideran esta lucha y el activismo comunicacional híbrido (Treré, 2019) que desarrollan para irrumpir en los espacios públicos.
El Pueblo Weenhayek es preexistente a la conformación de los Estados del sur de América, y ha vivido desde antes de la llegada de los colonizadores en las orillas del río Pilcomayo, en territorios que actualmente corresponden a Bolivia, Argentina y Paraguay (AAVV, 2022). En Argentina, la población que se pertenece al Pueblo Weenhayek está ubicada en el territorio entre el municipio Yacuiba (en el límite con Bolivia) y la ciudad de Embarcación (Salta). Hay al menos 11 comunidades que se autodefinen weenhayek y otras que están en proceso de reconocimiento como parte de dicho pueblo. En términos políticos y jurídicos, la gente que pertenece a ese pueblo es incluida por el Estado argentino como parte del Pueblo Wichí, dado que integran la gran familia etno-lingüística mataco-guaycuru. Sin embargo, desde hace décadas están luchando en Argentina por el reconocimiento estatal y social de su identidad étnica, distinta a la wichí, y actualmente esa demanda se articula en torno al pedido de modificación de la Ley provincial 7121 de Desarrollo de Pueblos Indígenas en Salta, incorporando en ella a este pueblo.
En esta ponencia se argumenta que esa lucha puede comprenderse como un proceso de reemergencia étnica que remite a un “sujeto en construcción que va ampliando su capacidad de actuar y posicionarse sobre la base de intereses comunes, valores y metas compartidas” (Lazzari, 2018: 18). Y que ese proceso tiene dos dimensiones transversales: por un lado, la emergencia de una conciencia de continuidad cultural como articuladora político-identitaria de la demanda de reconocimiento y, como parte de ello, la relevancia del trabajo de producción memorias que llevan a cabo las mismas comunidades, memorias desde las cuales “la causa weenhayek” ya no es una cuestión exclusivamente del pasado o de fronteras interestatales sino de presentes y porvenires (Lazzari, 2018). Y, a la vez, otro aspecto central es la búsqueda de reconocimiento y legitimación pública de esa continuidad, en virtud de lo cual se desarrollan prácticas específicamente significantes (Williams, 1994) que buscan irrumpir en el espacio público configurándolo como espacio social de lucha, en lo que llamaremos prácticas de activismo comunicacional híbrido, esto es, transversal a diferentes espacialidades de lo público.