¿Cómo hemos desarrollado el método etnográfico aquellas investigadoras que somos madres del Sur Global? ¿Qué pasa con nuestres hijes cuando hacemos etnografía? ¿Cómo llevamos esas decisiones en términos afectivos? En América (también llamada “Latinoamérica”), las investigadoras no contamos con los recursos económicos suficientes para desarrollar etnografías que impliquen a nuestres hijes y nuestros trabajos de cuidado sin precariedad. A pesar de ello, nuestras maternidades y nuestras etnografías están entrelazadas y lo han estado -quizá- desde siempre. Las investigadoras que somos madres existimos y trabajamos con esa condición de precariedad, muchas veces normalizándola y hablando poco sobre ella.
A partir de estas interrogantes, y de la mano de la Etnografía Feminista (Abu-Lughod, n.d.; Esguerra, 2019; Fields, 2013; García González, 2019; Gil, 2014, 2019) y de mi propia experiencia etnográfica como madre autónoma en campo (también llamadas “madres solteras” y/o “madres solas”), me interesa explorar ¿Qué hemos escrito las investigadoras sobre las propias maternidades en el ejercicio de campo? Para ello abordaré experiencias de la Antropología y otras disciplinas afines que nos permitan plantear problemas y desafíos para desarrollar el trabajo de campo, bajo la premisa general de que el método etnográfico que funda la disciplina antropológica no previó ni prevé que parte importante de quienes lo hemos llevado a cabo ejercemos maternidades y hacemos algo con ellas para conseguir desarrollar la práctica etnográfica.