A inicios de 2020 comenzamos a trabajar en Villa Cerro Azul, en la vertiente oriental de las Sierras Chicas en Córdoba, convocadxs por dos comunidades indígenas que habitan allí: la comunidad Pluriétnica del Chavascate y la comunidad Multiterritorial camiare-comechingon henen Timoteo Reyna. El objetivo inicial se concentró en acompañar y aportar al ordenamiento territorial participativo en la localidad, que además conforma la Reserva Hídrica y Natural de Villa Cerro Azul. En ese proyecto confluyeron diferentes sectores de la localidad y también universitarixs, especialmente geógrafxs y antropólogxs. De aquella convocatoria inicial, fuimos articulando cada vez más el trabajo antropológico colectivo a las demandas de las comunidades indígenas, principalmente las vinculadas con el sitio arqueológico Canchira, sector incluido dentro de la Reserva Hídrica y Natural. La síntesis formulada en el proyecto reflejaba, en este sentido, dos demandas claramente diferenciadas en su contenido y dirección. Lxs ambientalistas solicitaron aportes teóricos y técnicos de la geografía, mientras que comunerxs sugirieron un “enfoque antropológico” sobre el proceso, ya que en reiteradas ocasiones sus adscripciones identitarias eran cuestionadas. En esa dirección, y mediante un permanente diálogo con comunerxs, fuimos delineando dos objetivos de trabajo: realizar una cartografía mediante un mapeo participativo y la confección de un Plan de co-manejo del sitio arqueológico-sagrado. A fines de 2022, incorporamos más fuertemente el trabajo arqueológico para concretar ambos objetivos.
En esta ponencia, nos interesa reflexionar sobre ciertas luchas y demandas indígenas por y en el sitio Canchira que hasta el momento registramos. Por un lado, entendemos que la lucha por el sitio involucra ideas sobre patrimonio y que el lugar se presenta como elemento de disputa con otros actores sociales: estatales en diferentes niveles (provinciales y comunales), del mercado inmobiliario (ya que este territorio fue loteado y no forma parte de tierras fiscales), y ambientales (por ser parte del ejido de la reserva). Además, la porción de territorio que ocupa el sitio es utilizada por habitantes de Cerro Azul y alrededores, junto a visitantes casuales, como espacio de esparcimiento y paseo. Cada quien imprime prácticas y narrativas diferentes, con algunos solapamientos, sobre las formas correctas de habitar, circular y significar. En el caso de las comunidades indígenas, el sitio es tomado como parte de la materialización de su presencia en el territorio, desde una dimensión fuertemente espacial. La temporalidad, como otro de los ejes fundamentales del proceso de patrimonialización, implicando tácitamente la preexistencia de pueblos indígenas en la zona, se presenta de una manera particular: aquello reconocido como evidencia prehispánica se mezcla en similares narrativas con aquellas de tiempos más actuales. Ambas son, para los comunerxs, dignas de ser conservadas y disputadas puesto que se articulan a sus demandas de reconocimiento indígena de Cerro Azul, habilitando prácticas de movilización política. Esto que desde la arqueología más clásica podría ser tomado como erróneo o contradictorio, muestra una posición activa y selectiva del universo material que reproduce este colectivo.