Durante la última dictadura militar argentina (1976-1983) en la Iglesia Santa Cruz, un templo católico ubicado en la Ciudad de Buenos Aires, se vivieron una serie de acontecimientos represivos que se convirtieron posteriormente en objeto de rememoración por parte de actores ligados a la iglesia, a las víctimas y al movimiento de derechos humanos. Se trata del secuestro y la desaparición de doce personas en diciembre de 1977, algunas de las cuales participaban de las reuniones que se realizaban en la Santa Cruz para coordinar acciones de búsqueda y reclamo por los desaparecidos. Entre los secuestrados se encontraban Azucena Villaflor y otras dos Madres de Plaza de Mayo; las religiosas francesas, Alice Domon y Léonie Duquet; otros familiares de desaparecidos y algunos militantes políticos. Desde entonces, en esta iglesia el recuerdo de esos acontecimientos se sostuvo a través de misas celebradas en el templo. Actualmente, un conjunto heterogéneo de actores (curas, laicos, familiares y amigos de las víctimas, militantes de organizaciones de derechos humanos) participan en la realización de estos homenajes y de otras propuestas conmemorativas.
Sobre la base de un trabajo etnográfico que implicó la realización de entrevistas y actividades de observación participante, en esta ponencia analizaremos las conmemoraciones que se realizan anualmente en la Iglesia Santa Cruz para recordar estos hechos. El propósito es describir y analizar los momentos que estructuran la conmemoración, los símbolos que la caracterizan, las prácticas que la distinguen de otras actividades conmemorativas, así como también los significados que intentan promover los actores involucrados en su realización. Señalaremos las conexiones de sentido que se establecen entre actores y acontecimientos políticos del pasado reciente con figuras y escenas claves del simbolismo católico. Nos referimos, principalmente, a la identificación que se realiza entre las Madres de Plaza de Mayo y la Virgen María, por un lado, y entre los desaparecidos y Jesucristo, por el otro. Argumentaremos que la “pasión”, entendida como sufrimiento pero fundamentalmente como apasionamiento, se presenta como una categoría religiosa articuladora que permite dotar de sentido la lucha de las Madres y, más en general, la resistencia ejercida contra la última dictadura.