Este trabajo es parte de mi investigación doctoral, la cual pone en el centro nuestra relación con la atmósfera siendo pensada desde la elevación atmosférica que ofrece la aeromovilidad. En particular, esta propuesta busca hacer eco a las palabras de Cymene Howe “Las acciones humanas nunca pueden revelar por completo la magnitud de cómo las nuevas formas de energía son capaces de reorganizar los mundos vitales de las criaturas, ni cómo pueden moldear el potencial de las cosas inanimadas” (traducción propia) y reflexiona en torno a los posibles escenarios que emergen a partir de la descarbonización de la industria aeronáutica.
En octubre de 2021, los miembros de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo firmaron un acuerdo para la descarbonización de la industria al 2050. El plan trazado considera entre otros elementos, que un 65% de este cambio se abordará en base al uso de combustible sostenibles para aviación y un 15% en base al uso de hidrógeno. Sin embargo, este plan no sólo implica hacer sustentable a una industria que a 2050 podría ser responsable del 22% de las emisiones globales, sino también es la puerta hacia la expansión de la aeromovilidad mediante un mayor uso de la atmósfera y en la completa transformación del cielo como lo conocemos.
La descarbonización de este modo aparece como un medio para expandir las posibilidades de la aeromovilidad, la cual abarca desde la masificación del uso de drones, pasando por los pequeños vehículos aéreos de transporte urbano a aeronaves no tripuladas en la estratosfera. De este modo, este trabajo se despliega como una invitación a abordar este panorama y sus consecuencias humanas y más que humanas en los cielos chilenos, a partir de dialogar con el imaginario que propone la industria aeronáutica, el cual a su vez ha sido modelado por la cultura popular y la ciencia ficción, un escenario que se pone en tensión con las consecuencias que plantea el desafío de la crisis climática.