La participación, desde la década de 1960, ha sido planteada como un enfoque y una práctica necesaria de incluir en las acciones y relaciones de los organismos internacionales (Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo), agencias internacionales de cooperación con el Estado (Unesco) y la sociedad civil (organizaciones de base, organizaciones no gubernamentales, ciudadanía). Estas relaciones, de acuerdo a la década, el contexto histórico y el actor involucrado, han tenido como objetivo la búsqueda de una democratización de las sociedades y sus sistemas políticos, por ende, consolidar una ciudadanía que participe activamente. Asimismo, desde el campo del Desarrollo, ha tenido como objetivo lograr una sociedad estable y segura a través de una participación directa (acciones de los ciudadanos) y de intervención, mediante representantes electos, en la definición de políticas públicas; y finalmente, lograr la inserción de los ciudadanos al mercado (Cantor, 2008; Oreja & Vior, 2016; Ortiz, 2004).
Este enfoque participativo al ser incluido en las distintas instituciones estatales, empieza a formar parte de los sistemas educativos. Para el caso de América Latina, y el Perú, en materia de acciones y decisiones de políticas educativas, se produce, a partir de la década de 1970, el denominado “boom participacionista”. Así, los actores mencionados en el párrafo anterior, empiezan a plantear la pertinencia del involucramiento de todos los integrantes de la denominada “comunidad educativa” para, entre otros fines, mejorar la calidad de la educación (Montero, 2006).
Desde esta perspectiva, la familia es entendida como uno de los integrantes de la “comunidad educativa” que debe de tener una participación, directa y representativa, en la escuela y educación formal. Si bien la relación familia y escuela se remonta a la aparición de esta última institución, la forma en que la familia entiende el enfoque participativo, muchas veces no dialoga con el que tiene o promueve la escuela, o no le queda claro cuál es su rol dentro y fuera de ella. Esto genera complejidades en las relaciones con el personal de las instituciones educativas, en los espacios participativos que la escuela promueve, así como fuera de ellos; entre las familias mismas y con las y los estudiantes (Balarín & Cueto, 2008; Montero, 2006).
En función a esta realidad, la presente ponencia tiene como objetivo explorar la forma en la que las familias entienden el enfoque de la participación en la escuela a través de sus experiencias y relaciones con una institución educativa primaria de Barrios Altos (Lima, Perú). El objetivo se aborda y sostiene a través de un trabajo de campo de diez semanas en el que se utilizó una metodología cualitativa que hace uso de un enfoque etnográfico con el fin de entender las intersubjetividades de los actores en relación al tema abordado.