Esta ponencia abordará la etnografía en el contexto de la fiesta, y analizará las formas en que la fiesta y lo festivo provocan modulaciones en la práctica etnográfica. Comenzaré esbozando una breve aproximación conceptual a la fiesta como ‘hecho social total’, pensándola en conjunción con el concepto de ritual, largamente explorado en antropología. Entre estas dos terminologías, ‘fiesta’ y ‘ritual’, existe asimismo una tensión entre el ritual estructurante y repetido, y la fiesta única y subversiva. Por ritual entendemos un conjunto codificado de prácticas, gestos, palabras, roles, pero también cuerpos, imágenes y trajes que cumplen diversas funciones dentro de un grupo, de una comunidad. Estas prácticas son, por tanto, colectivas y marcan el tiempo social del grupo que las realiza (Turner, 1988 ; Handelman et al., 2021). Se trata de un ejercicio performativo que pretende organizar la realidad. La fiesta por su parte es sin duda más compleja de definir que el ritual. Presentada como heterogénea y dinámica, constituye una ruptura con el pasado, una ruptura en la textura de la experiencia vivida y en la linealidad del tiempo social cotidiano (Duvignaud, 1991 ; 2013).
La etnografía en un contexto festivo supone adentrarse en un espacio-tiempo de particular densidad, lleno de colores, sonidos, texturas y sabores, donde el aspecto sensorial se convierte en esencial (Chamorro Pérez, 2017). Se trata, pues, de una «ventana antropológica» excepcional (Voirol, 2013) para observar la materialidad cultural y las prácticas asociadas, así como los discursos y divisiones del grupo festivo. Durante la fiesta, las condiciones de acceso, la posición del etnógrafo y las técnicas utilizadas pueden cambiar radicalmente. Existe, por ejemplo, una relativa normalización de la presencia de personas ajenas a la comunidad (debido al objetivo turístico de algunas fiestas), pero aun así, se mantienen bambalinas y un acceso diferencial. El anonimato, la contracción del tiempo, el hecho de ver sin ser visto son circunstancias que reconfiguran la experiencia y el trabajo etnográfico.
Las fiestas también generan fuertes estados emocionales en sus participantes, con la posibilidad de que se alteren los estados de ánimo y se produzcan consumos excesivos; la desinhibición y la suspensión de ciertas normas sociales son habituales en las fiestas. ¿Cómo tener en cuenta estos fenómenos? ¿Cómo podemos interpretar y analizar los “enunciados temerarios» que la gente puede hacer durante una fiesta? ¿Cómo podemos reflexionar sobre la participación y la «distancia adecuada» con respecto a la euforia festiva?
De mis experiencias de investigación en Toconao (Atacama) y Rapa Nui han surgido ciertos elementos, a partir de la necesidad de mirar entre bastidores, de descompartimentar el acontecimiento festivo, observando el antes y el después, los espacios adyacentes y los límites de la «comunidad festiva» (aquí nos referimos a los actores en relación con el ritual festivo: la organización, los participantes y el público). Por último, estas experiencias también se relativizaron con el periodo de «no fiesta» que supuso la pandemia de Covid.