Los procesos de formación profesional y las lógicas de los sistemas científicos tecnológicos, históricamente han mostrado la ausencia de cuerpos, corporeidades y subjetividades marrones históricamente situadas en la subalternidad. Es en este marco donde el presente trabajo busca narrar en primera persona la experiencia humana, social, territorial, cultural, epistémica y política de Ser Mujeres Indígenas que representan no solo la primera generación universitaria en sus historias familiares y comunidades, sino también, la primera generación de mujeres que disputan espacios en el sistema científico tecnológico local y nacional.
El propósito es tensionar los discursos sociales fundacionales de las Universidades y de la Academia. que históricamente han sustentado la composición semántica de un Ellos y un Nosotros reproduciendo de manera estratégica múltiples formas de racismo convirtiéndonos en “excepciones romantizadas”. Desmontar las capas sociales y culturales discursivas que vienen históricamente cubriéndonos, como mejores o peores, posibilita analizar los esquemas epidérmicos raciales que circulan hoy con formas eufemizadas y con maneras persuasivas de odio en los circuitos científicos teñidos por al machismo, el racismo, la meritocracia y la gerontocracia que aún se mantiene vigente en estas instituciones.
En éste escenario ser indígena, se vivió y todavía se vive como una desgracia, situación esta que talló “identidades [indígenas] clandestinas” (Bartolomé, 2006), para poder “pasar”, “entrar” a lugares donde se reservan el derecho de admisión para conocer y decir. Así el modo, la forma y el tiempo para “estar” solo lo sabe quién permite entrar. Situación que atraviesa con impunidad silenciosa y dolorosa la vida de las mujeres indígenas, quienes, desde el pasado hasta el presente, son objetos y sujetos de abusos y miramientos de culpa de ser lo que se es. Es en el momento de Ser, Hacer y Estar siendo indígena que el trato y el destrato se vuelven cotidianidad hacia los cuerpos, corporeidades con contornos y formas étnicas, pues es propio de los lugares donde la homogeneidad estereotipada busca volver cómoda la mirada suponiendo un mundo único de parecidos. La estrategia para no perderse como Mujeres Indígenas Marrones es escribir desde la academia, pero junto con la periferia, condición que impide que los cuerpos y subjetividades indígenas sean capturadas y enajenadas por las matrices colonizadoras y extractivista monoculturales universitarias. La resistencia y la existencia se vuelven una solo trama flexible, dinámica que permite la continuidad de ir de lo propio a lo ajeno y de los ajeno a lo propio sin dejar de Ser. Esto interrumpe el miramiento tutelar de nuestras existencias, como objetos de estudio que a mayor dolor, mayor sufrimiento y mayor exclusión recibe mayores índices de impacto, innovación, condescendencia y citación. De allí que las mujeres indígenas que tienen la impertinencia de crear teoría desde la periferia, junto a su existencia y experiencia son puestas “bajo sospecha” cuestionado la objetividad para estudiar tales temáticas, adquiriendo la etiqueta para pasar y estar en la academia como resentidas, enojadas, traumadas y gremialistas al hablar de racismo, diversidad cultural e interculturalidad siendo indígenas.