Con la aparición de la COVID-19 el mundo se “pausó” y comenzó una serie de cambios en nuestras vidas cotidianas (Lins Ribeiro, 2021). Lo más claro fue la interiorización de diversas medidas de prevención en nuestras acciones diarias, como el distanciamiento físico y el confinamiento (Marcús et al., 2020), reconfigurando la relación de “pureza” y “peligro” planteada por Douglas (2007).
De esta manera, los espacios públicos se caracterizaron por el “abandono” (Cabrera-Barona et al., 2022) y “desolación” (Páramo & Burbano, 2022) durante los primeros meses de COVID-19. Tal como señala Rodó de Zárate (2012), el espacio público se presenta ante los jóvenes como una zona de libertad, pero también con presencia de diversas regulaciones. Ante esto, tienen un rol activo en las maneras de usar y significar estos espacios, en una relación dinámica entre el “deber ser” y formas disidentes de ese “deber ser” (Meneses Reyes & López Guerrero, 2018). En el contexto de COVID-19, el uso de espacios públicos fue asociado con una forma “disidente”, con actos de irresponsabilidad y propagación en la transmisión del virus, siendo el segmento juvenil el principal acusado de esto (Araya Guzmán, Carrasco Barreda, & Olivares Astorga, 2020).
A partir de planteamientos de Goffman (1979, 1997, 2006), que sostiene que la vida cotidiana es un todo complejo en el que los individuos utilizan conocimientos prácticos para interpretar la realidad y guiar sus comportamientos; y de Lefebvre (2013), que sostiene que el espacio vivido se configura “a través de las imágenes y los símbolos que lo acompañan, y de ahí, [es] pues el espacio de los “habitantes”, de los “usuarios” (…) Recubre el espacio físico utilizando simbólicamente sus objetos” (p. 98), esta ponencia busca comprender experiencias de jóvenes en un espacio público urbano.
Específicamente se expondrá el caso del Parque Costanera de Talca (Chile), durante el contexto de COVID-19; profundizando en la forma de cotidianizar y vivir el espacio, desde sus prácticas, sentidos e imaginarios. Se utilizó una metodología cualitativa de estudio de caso, desde una perspectiva etnográfica, realizando observación participante y entrevistas semiestructuradas (14).
Dentro de los principales resultados se destaca que para los jóvenes el parque se convirtió en un espacio de libertad y proximidad con la naturaleza ante el confinamiento, con prácticas asociadas al encuentro, compartir con otros y de retomar actividades públicas. En definitiva, la (re)cotidianización y las experiencias de los jóvenes en el Parque Costanera, estuvo marcada y caracterizada por un cruce entre maneras de hacer, interacciones, sentidos, imaginarios y emociones.
Así como expone Das (1995), un “evento crítico” (Das, 1995) -como la pandemia- impulsan nuevas interpretaciones y formas de actuar. En este caso propició un “retorno” a espacios públicos urbanos, constituyendo una alternativa real para vivir en el contexto de pandemia, en paralelo a la manera “oficial” y recomendada por los Estados: el confinamiento en el hogar.