México registró 33,308 homicidios en 2021 lo cual se califica como uno de los años más violentos de su historia. En el primer bimestre de 2022, se registraron 80 masacres, 221 casos de tortura, 164 casos de mutilación, descuartizamiento y destrucción de cadáveres, 122 asesinatos de mujeres con crueldad extrema y 59 asesinatos de niñas, niños y adolescentes (Forbes Staff, 2022). La violencia armada también dejó un saldo de 728 homicidios con arma de fuego entre niñas, niños y adolescentes (109 mujeres y 619 hombres). La población entre 0 y 17 años en riesgo de reclutamiento o utilización por parte de grupos delictivos ascendía a entre 145 mil y 250 mil niñas, niños y adolescentes en 2020 (Red por los Derechos de la Infancia en México, 2021).
Puebla, cuarto estado más importante del país, también vive una situación complicada debido al narcotráfico y otras actividades vinculadas. Se tiene la presencia de al menos cuatro grandes asociaciones de narcotráfico, así como otros grupos locales. Estos grupos se dedican al narcotráfico-narcomenudeo; extorsión-cobro derecho de piso; delitos de alto impacto (robo a transportistas, ferrocarril, trata de personas), y; mercado ilícito de hidrocarburos. (Guerrero, 2020).
Este panorama ha afectado a la población poblana. De acuerdo con la Fiscalía estatal, Puebla ocupa el primer lugar nacional en crímenes contra niños relacionados con abuso sexual, violencia familiar y desaparición (Cambio, 2023). Los municipios con mayor presencia de violencia infantil son Puebla y Tehuacán, mismos que forman parte de lo que se conoce como “Triángulo Rojo”.
El objetivo de esta ponencia es exponer la forma en que se ha realizado trabajo etnográfico a partir de proyectos de gestión cultural que buscan alternativas y espacios para las infancias que viven en contextos de violencia. De manera específica, se abordan el caso de dos bibliotecas ciudadanas infantiles impulsadas por la sociedad civil, así como estudiantes y profesores universitarios. Las actividades que se han realizado han buscado generar comundiades lectoras, al tiempo que se forman etnógrafos que realizan proyectos de impacto social.
Para ello, en un primer momento se caracterizan dos bibliotecas llamadas Cuesta Chica Piletas y Alma. Posteriormente, se aborda qué se ha hecho, con quiénes, de qué manera y con qué resultados. Cabe señalar que se ha trabajado con grupos multidisciplinarios de jóvenes e investigadores que han tenido que generar estrategias específicas para realizar trabajo de campo etnográfico con tres variables importantes a considerar: 1) las prácticas de violencia en estos lugares; 2) las infancias como actores importantes de la investigación aplicada, y; 3) el trabajo de campo colectivo. A manera se cierre, se plantean reflexiones y rutas metodológicas que son importantes compartir para mantener la relevancia de la disciplina antropológica.