En el contemporáneo devenir digital, la industria de los videojuegos ha tenido un crecimiento exponencial a nivel global conocido por superar a las ganancias de la industria del cine y la música. La heterogeneidad de relaciones que plantean los videojuegos en el capitalismo contemporáneo ha abierto un novedoso prisma de posibilidades de inserción laboral con un dinamismo extraordinario: streamers de videojuegos (Cerón, 2020), youtubers gamers (Ruiz Castro, Espinosa Arreaga; Hernández Gómez y Espinoza Cordero, 2018), la profesionalización de videojugadores de deportes electrónicos (Kopp, 2017; Flores Obregón, 2018), casters (Olguin, 2020), entre otras.
Teniendo en cuenta este escenario, el presente trabajo se centrará en las experiencias de lxs trabajadorxs productores de videojuegos en una multinacional argentina de venta de servicios informáticos. Desde una aproximación cualitativa centrada en un enfoque etnográfico proponemos analizar los significados que estos sujetos le atribuyen a los videojuegos como parte de su urdimbre cotidiana y los sentidos del trabajo que movilizan cuando tal entretenimiento se configura como un trabajo asalariado.
Partiendo de estas consideraciones, las preguntas que guiarán este capítulo son: ¿qué implicancias tienen los videojuegos en los procesos de apropiación tecnológica temprana de este colectivo de trabajadorxs? ¿Qué sucede cuando esa pasión de la niñez se configura como trabajo asalariado? ¿Qué imaginarios sociales y culturales existen sobre el trabajo en el sector de videojuegos? ¿bajo qué condiciones de trabajo se articula esa relación entre trabajo y juego y cómo es el proceso de trabajo? ¿Qué sentidos del trabajo se construyen alrededor del trabajo en videojuegos desde su experiencia cotidiana?
En ese entramado, sostenemos que el juego como práctica y los videojuegos como producto cultural destinado a tal fin son muy significativos en las trayectorias personales, formativas y laborales de este colectivo de trabajadores. Esto último, en consecuencia, les permite perfilar un horizonte de profesionalización de tales prácticas de la infancia que conviven en su experiencia actual en simultáneo: del videojuego como entretenimiento en sus niñeces, al videojuego como espacio de formación y como trabajo remunerado. Lo interesante de esta convivencia es que el videojuego como trabajo no obtura la práctica cotidiana del juego, más bien los identifica como: gamers-trabajadores. Proponemos poner el foco en la construcción de tal relación en tanto lxs trabajadorxs se auto identifican desde la categoría gamer y reivindican “al trabajo en jueguitos” como efectivamente un trabajo.