Dentro los complejos y diversos procesos involucrados en la formación de personas aprendices de las profesiones y oficios ligados al ámbito de la salud, la enseñanza en humanidades y ciencias sociales se ha mantenido, hasta nuestros días, como un viejo problema y gran desafío para las instituciones, docentes y estudiantes partícipes del proceso educativo. A inicios del siglo XIX, Friedman (2002) constataba la cruel paradoja relacionado con una mayor demanda de la humanización en la formación sanitaria junto con una disminución de la incorporación de las humanidades y las ciencias sociales en el plan de estudios formal de estudiantes de medicina en universidades de Norteamérica. Entre las diversas razones de esta paradoja se encuentra la postura asociada a considerar a las humanidades médicas como simples experiencias complementarias, deseables, mas no fundamentales para una formación integral en salud (Chiapperino & Boniolo, 2014; Kottow, 2014; Shapiro et al., 2009). Quizás la única disciplina que ha podido ganar legitimidad dentro esta formación es la bioética, la cual ha debido establecer métodos similares a las ciencias denominadas naturales y demostrar su valor utilitario, para ganar validez en la práctica clínica y la formación profesional en salud (Friedman, 2002; Kottow, 2014)