El presente trabajo propone analizar y reflexionar sobre prácticas sonoro-musicales sikuris (de música andina) en clave de género en diversos contextos de América Latina, para comprender otros modos de sociabilidad y comunitarismo en el marco de una realidad geopolítica compleja por sus diversas desigualdades y atravesada por un sistema mercantilista y extractivista de desarrollo. La constitución política de estas acciones genera un manifiesto performativo que desafía las formas estructurales hegemónicas debido a su peculiar característica de ejecución del instrumento, siendo el siku un aerófono con un sistema tonal dividido en dos mitades, cada una ejecutada por una sikuri de manera trenzada, dialógica y reciprocitaria. En la actualidad, la transnacionalización y pregnancia de estas prácticas sonoro-musicales se combinan con distintos movimientos indigenistas, ecologistas, decoloniales, feministas, post-feministas y de las disidencias, según las poblaciones y sus contextos situados. Por otro lado, este registro propio y grupal de la música incorpora el uso de gestos, posturas corporales y estéticas relacionales que contribuyen a una mayor magnitud creativa de sus repertorios sonoro-políticos, contribuyendo a una experiencia escénica en donde el canto, el baile y los distintos usos del cuerpo generan una intensa afectividad sonoro-corporal. En las grandes urbes, observamos a diario nuevas estrategias, debates y posicionamientos significativos que reafirman la performance sikuri ligada a lo campesino, lo indígena y lo periférico, mientras que en el ámbito musical es asociado a lo popular, lo no especializado y por tanto fuera de los cánones estéticos y desligitimado, reconocido meramente por su exotismo. Este lugar marginal crea una atmósfera propicia para asimilarlo a la precariedad de los cuerpos no-hegemónicos y para la reflexión y el debate en torno a la subordinación sexo-genérica y la interculturalidad. En tercer término, la ritualidad andina incorporada de distintos modos según los conjuntos y bandas sonoras, propicia una reedificación de los valores comunitarios, colectivos y solidarios que las mujeres y disidencias utilizan estratégicamente como una fuerza operativa frente al individualismo, el consumo exacerbado, la deshumanización y la falta de esperanza, provocados por el modelo capitalista y extractivista de desarrollo global. En el presente, estos grupos de mujeres y disidencias tienen un rol fundamental en el concierto de los feminismos decoloniales, aportando estrategias, saberes, teorías y prácticas liberadoras y de cuidado comunitario que sin duda merecen ser escuchados e incorporados en la lucha contra las desigualdades sexo-genéricas. Por otra parte, disputan saberes vinculados a una “ancestralidad”, la “espiritualidad” y los territorios “originarios” que invierten la gran paradoja de la modernidad colonial, en la cual surgen nuevos procesos de subjetivación que contribuyen a repensar la sociedad y el mundo de la experiencia del Buen Vivir con un horizonte utópico más simétrico y con perspectivas de transformación social.