La Antropología en Chile surge con el fin de “inventariar lo que desaparece frente al progreso” a comienzos del siglo XX, representando los intereses de un Estado moderno donde la elite política definía el proyecto nacional (Mora, 2016) y su «objeto» de conocimiento como “la población indígena u originaria pasada y presente que habitaron el territorio nacional” (p. 108). Al respecto, no es de extrañar que se consolide – como en el resto del mundo – su marcado carácter androcéntrico y colonial. Esto, en un contexto de consolidación del capitalismo a través del modelo de Sustitución de Importaciones, basado en una economía extractivista de recursos mineros y forestales, principalmente, y marginalmente agroexportador de trigo. Esto generó las condiciones para una “democracia” frágil liderada por la oligarquía chilena, con un movimiento obrero en alza que fue violentamente reprimido, incluyendo a otros movimientos como el de las primeras feministas chilenas organizadas en el Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile MEMCH que luchaban y se organizaban a nivel nacional por medio de una abundante comunicación epistolar, por la obtención de derechos políticos universales, reproductivos y culturales. Al igual que resto de América Latina, este país construía su identidad en una racionalidad eurocentrada, en lo que define Quijano (2000) como modernidad/colonialidad.
En la segunda mitad del siglo XX la Antropología se institucionaliza de manera frágil y periférica (Mora, 2016), impulsada por “expertos” extranjeros vinculados a otras áreas del conocimiento (Castro, 2014; Salinas, 2002; Garbulsky, 1998). Posteriormente se instala en las universidades contribuyendo al desarrollo de un pensamiento crítico desde las ciencias sociales; proceso que se ve truncado por el Golpe de Estado del año 1973. En este contexto es que aparece la “Antropología de la Mujer”, en los años ochenta, momento en que las activistas feministas se organizan en El Círculo de Estudios de la Mujer dependiente de la Academia de Humanismo Cristiano, liderado por la socióloga chilena Julieta Kirkwood. En este espacio también participan/problematizan/reflexionan antropólogas feministas como Sonia Montecino – que más tarde conformara junto a otras el primer Centro Interdisciplinario de Estudios de Género en la Universidad de Chile y desde el movimiento social se destaca a Eliana Largo, solo por nombrar algunas de las que han realizado producciones independientes acerca de este periodo.
Esta ponencia propone un recorrido histórico por los hitos del movimiento feminista y la producción académica de la Antropología Feminista en Chile, a partir de la revisión de las actas de los Congresos de Antropología y publicaciones en revistas científicas por parte de profesionales Antropólogas Sociales que se sitúan desde esta mirada. Esto, con base en las contribuciones de la lucha de las mujeres y feministas respecto de su situación en el mundo. Se avanza por las tensiones entre movimientos sociales, academia e institucionalidad, respecto de la reproducción de visiones hegemónicas y conservadoras sobre la relación con pueblos originarios, grupos prioritarios y el carácter androcéntrico de la producción de conocimientos, hasta el estado actual de la generación de conocimientos situados desarrollados desde la Antropología Feminista en Chile.