La Santa Muerte es la santa de los pobres, entendiendo la pobreza como una carencia no solo de recursos económicos sino también de oportunidades, de visibilización, de reconocimiento y de poder. En la ciudad de Mexicali, el culto a la Santa Muerte, originario del centro del país, es sincrético, pues se nutre de elementos pertenecientes a la religión católica y las religiones africanas. Asimismo, se manifiesta en espacios como tiendas esotéricas, tiendas botánicas, en un altar a un costado de la carretera y en la música popular. Este culto ha crecido en la frontera noroeste del país, a pesar de los prejuicios que lo vinculan con el narcotráfico y otras actividades ilegales. En Mexicali, los fieles de la “Niña blanca” piden protección, justicia, salud y prosperidad económica. Le dedican oraciones, ofrendas y canciones. Le encienden veladoras, le hacen promesas, la adoran en los espacios privados y públicos, físicos y virtuales. Con su práctica y su fe, los fieles a la santa construyen una espiritualidad disidente, desde la cual resisten al rechazo de una sociedad vertical, desigual y excluyente, que proyecta en el culto a la santa muerte, el rechazo a ese “otro” al que consideran inferior, indeseable y peligroso.
Este trabajo es totalmente etnográfico, y está construido desde elementos tanto narrativos como visuales. Desde esta metodología, da cuenta de un culto que se construye en lo marginal.
Hemos aprendido a rechazar al que vive en carencia y esa es la razón principal del estigma negativo que acompaña a este culto.
En ciudades atravesadas por la desigualdad, la administración arbitraria de recursos no es suficiente para mantener la diferencia. Para esto es necesaria la falta de solidaridad e interés por la situación vital de ese otro a quien consideramos responsable de su suerte por contar con una esencia calificada como menos competitiva o adecuada que la nuestra.
Ese fervor entendido como pagano, es el medio a través del cual se canalizan las frustraciones, se renuevan las esperanzas y se tolera mejor una vida que se ubica al límite de lo tolerable y lo justo. Es la forma de mantenerse cuerdo y seguro, en una sociedad que nos impele justo a lo contrario, de manera arbitraria y constante. Vale la pena preguntarnos entonces ¿En qué formas se construye nuestra vida que para darle un sentido necesitamos recurrir a la muerte?