Esta ponencia tiene como objetivo abonar a las discusiones en torno a las producciones artísticas de los pueblos originarios entendidas desde la perspectiva de las ecologías creativas (Demos, 2018; Soto, 2017) en específico, a través de analizar la cultura de la resistencia (López y Rivas, 2011), a partir del arte comunitario en contexto político que se realizó desde Chiapas en la Travesía por la Vida, llevada a cabo en Europa por las comunidades autónomas mayas, el Congreso Nacional Indígena (CNI) y la comunidad internacional que simpatiza con sus proyectos de construcción de sociedades más justas.
Obras colectivas de arte, entendidas como formas de producción de conocimiento emancipatorio que incentivan las propias comunidades artísticas, en la que se entremezclan diferentes imaginarios (Castoriadis, 1975) como el del arte comunitario, en contraposición al del arte hegemónico compuesto por los museos-moderno-coloniales institucionalizados, que en muchas ocasiones reproducen la colonialidad estética (Gómez, 2011; 2015).
Realizar arte desde una perspectiva comunitaria, como exploraremos, puede servir para discutir sistemas de dominación excluyentes que reproducen el racismo con base en las jerarquías estéticas (Barriendos, 2009; De Parres, 2022), y dar cabida a otro tipo de expresiones con raigambre territorializada, es decir, ecologías creativas como diálogos igualitarios de amplio espectro, intergeneracionales y en geografías extensas, que discuten las policrisis globales y promueven el internacionalismo crítico, permitiendo así, organizarse frente a otras expresiones provenientes de la cultura de la dominación (López y Rivas, 2011) como las estéticas de la necropolítica, ligadas a formas de organización microfascistas en creciente expansión, que así como las resistencias, también se están articulando más allá de las fronteras de los Estados, y que utilizan la dimensión cultural y el arte desde una visión opresiva que acrecienta las desigualdades.
Vale hacer explícito que concebimos el arte como el grado más alto de la polisemia del sentido, lo que no implica que las lecturas se tengan que hacer desde perspectivas relativistas, sino al contrario, desde análisis dinámico contextuales que nos ayuden a reflexionar sobre la función social del arte, incluyendo su dimensión pedagógica, por lo tanto, si pensamos el arte como proceso de simbolización, este necesariamente tiene posicionamientos políticos, además de compromisos históricos que hacen explícitos la ideología por parte de los artistas dentro de las relaciones de poder, tanto del campo del arte, como de la sociedad a nivel amplio (De Parres, 2022).
Nos interesa hacer énfasis en que la dimensión cultural y a su vez el arte, no están cargados de funcionalidades específicas per se, ya que, al ser procesos dinámicos en práctica, son herramientas que pueden servir como ejercicios de liberación en el caso de las ecologías creativas, pero también como ejercicios de dominación si nos referimos a las estéticas de la necropolítica, situación que depende de las intencionalidades de los grupos sociales y sujetos que los practiquen .
Como exploraremos, es posible prefigurar futuros distintos y más justos de la mano de la creatividad y las artes desde los movimientos sociales y los pueblos que resisten.