En este trabajo retomo algunos resultados de una investigación sobre los contornos de un proceso de elitizacion. Se trata de trayectorias por las que alumnos de escuelas de los barrios más pobres del primer y segundo cordón del conurbano bonaerense se profesionalizaron en el mundo intelectual. Lejos de constituirse como una apuesta individual, esos desplazamientos por las distintas zonas de la vida social fueron llevados adelante gracias al esfuerzo familiar e incluso, de personas del entorno barrial. Esos alumnos, a diferencia de sus padres, iniciaron un camino de los “estudios largos”; un camino que los condujo a los espacios más relevantes de la investigación social, la docencia universitaria y el periodismo nacional.
Para quienes son “migrantes de clase”, su “origen”, como ha escrito Stéphane Beaud “suele designar de manera eufemizada la totalidad de su identidad social: su origen social, residencial, así como el iletrismo y la incultura de sus padres” (Beaud, 2002). Sin embargo, los datos obtenidos en la mencionada investigación sugieren que este origen puede no designar la relación con ciertas competencias obtenidas en la universidad y que las oportunidades de desarrollo profesional y emancipación no son patrimonio de ciertos colectivos sociales. Dicho origen, en cambio, puede ser el inicio de un camino de mejora, si media un proyecto familiar que implique llevar a cabo determinadas estrategias.
Las mismas pueden suponer una fiscalización de las amistades de los hijos, una selección cuidadosa de la escuela, un control riguroso del rendimiento escolar y una supervisión recelosa del tiempo de ocio —sobre todo— de las hijas. Pero también implica una temporalidad singular, cuyo desarrollo será el objetivo de esta ponencia. Según esta perspectiva, el tiempo puede ser una de las dimensiones en las que puede operar una familia que está desposeída de todo lo demás, para que sus hijos en algún momento puedan elegir una vida mejor.