En este trabajo me pregunto acerca del lugar del cuerpo y las experiencias corporales de mujeres mapuche en procesos de resistencias, a partir del análisis de la práctica del choiquepurrun (danza del avestruz) en el contexto de dos Ceremonias realizadas en las comunidades rurales Las Aguadas (2018) y Colitoro (2019) en Río Negro, Argentina. Ambas ceremonias fueron dirigidas por la Pillankuse (anciana sabia) María Torres Cona, referente espiritual y política mapuche.
Propongo que las identidades indígenas en resistencia (D´Angelo, 2023) son procesos vitales que se consolidan, transforman, fluctúan y se apropian de distintas formas de vivir-revitalizar lo indígena, en itinerarios individuales y colectivos. En este sentido, las experiencias corporales de lxs actores sociales, se ven atravesadas y complejizadas por vivencias y opresiones donde se interseccionan categorías como clase, grupo etario, género, urbanidad-ruralidad. Entre estas prácticas corporales, se encuentran las danzas rituales, a través de las cuales se aprehende una manera de ser-estar en y con el mundo, natural, espiritual y humano desde la ontología mapuche. Desde este lugar cultural y espiritual corporizado, se establecen registros que nutren la identidad y el kimun (conocimiento) del ser mapuche.
En este caso, analizo las trasformaciones del Choiquepurrún – danza tradicionalmente masculina- a la cual se incorporaron las mujeres, alternando cuadrillas de purrufe (bailarinxs) mujeres a las de varones. Partiendo del carácter histórico y cambiante de las prácticas culturales (Castillo, 2003), así como de los contextos y la necesidad de realizar un análisis situado (Haraway, 1995) propongo que las transformaciones en las prácticas de la danza del choiquepurrun, plantean la posibilidad de flexibilizar aquello que se visualiza como rígido (o “esencial” de la cultura), resignificando su realización según un nuevo contexto formado por la situación y lxs actores intervinientes.
Desde una perspectiva teórico-metodológica que me permita un abordaje contextualizado histórica y socialmente, incorporo al análisis las categorías de interseccionalidad decolonial (Viveros Vigoya, 2016, Lugones, 2010) y feminismo militante indígena (Nahuelquir, 2009), propongo la “etnografía encarnada” (Ascheri, 2012), basada en las nociones de “embodiment” (Csordas, 1993) y “cuerpos significantes” (Citro, 2009). En esta articulación de perspectivas, intento recuperar las experiencias corporales y senso-perceptivas de las mujeres participantes y mi propia “integridad de la experiencia como etnógrafa” (Rosaldo) en la interpretación de la danza, considerando que las ceremonias y rituales son prácticas espirituales, pero también espacios performativos políticos de resistencia, donde se producen conocimientos y reflexividades.
La realización de esta danza por parte de mujeres jóvenes mapuche urbanas en contextos de comunidades rurales, abre interrogantes diversos: si esta danza masculina estaba ligada a una estructura social patrilineal-patrilocal ¿cómo se resignifica desde los actuales procesos de revitalización cultural, a posteriori de una desestructuración política producto del genocidio histórico y del corrimiento territorial? ¿Cómo reorganiza la Pillan Kuse la danza para que pueda ser realizada por las mujeres? ¿Cómo se expresan las interseccionalidades en las mujeres jóvenes mapuche, atravesadas por discursos y militancias feministas de las que generacionalmente forman parte? ¿La acción performática de la danza, genera nuevos sentidos que se trasladan a las militancias de las mujeres mapuche?