A partir de la segunda mitad del siglo XVIII el principio definidor del liberalismo, la libertad, ha ocupado un lugar preeminente. Paralelamente a esa fuente de inspiración de la doctrina liberal, han coexistido prácticas de segregación y exclusión hacia grupos poblacionales ejercidas por el Estado en sus diferentes contextos y facetas: doctrina de la seguridad nacional y el enemigo interno, procesos de vigilancia y seguridad ciudadana, militarización de las villas. Fundamentaron en la esfera estatal y justificaron en el sentido común del ciudadano la promoción de un plan de exclusión y de discriminación hacia sectores vulnerables considerados como amenazas.
El presente trabajo sostiene como punto de partida la importancia de las adolescencias y juventudes como un proceso de triple dimensión del desarrollo cognoscitivo, psicosocial e histórico-cultural. Período atravesado por el contexto de la “modernidad líquida” (Bauman, 2005) y de las categorías de violencia (Perelman, 2007), violencia institucional como categoría política local (Pita, 2017), y muertes violentas en sectores populares (Bermúdez, 2019). Las adolescencias y juventudes del nuevo milenio no es ajeno a este momento histórico, y en su discurso cotidiano aparece la trama dinámica de un sujeto en cambio, inserto en una sociedad en cambio. El análisis de las adolescencias y juventudes del momento actual obliga entonces el estudio en un doble abordaje: desde una perspectiva del sujeto y desde una perspectiva del contexto. El sujeto ubicado dentro del ciclo vital de ampliación de derechos y en un contexto de sectores “en situación” de estigmatización social.
En esa línea de pensamiento se reconstruye la historización diacrónica de la violencia institucional, y se definen y delimitan algunas concepciones a cerca de la violencia situada en la práctica discursiva.
En ese marco la elección de la problemática del presente ensayo estuvo inspirada en la conmemoración y recapitulación de las Marchas de la Gorra: en primer lugar, por los sectores sociales que afecta, adolescentes y jóvenes de barrios populares constituidos como la periferia; en segundo lugar, el actor principal que promueve prácticas de persecución, el Estado Policial; en tercer lugar, el contexto geográfico en el cual emergió esa marcha, Ciudad de Córdoba; y por último el carácter de la movilización, una multiplicidad en movimiento.