Se propone comprender el proceso de instauración legal de espacios públicos y prácticas, (re)nombramiento de plazas, calles e instalación de placas y monumentos indígenas a veinte años del comienzo de iniciativas que lograron oficializarse (2004) en la Ciudad de Buenos Aires (CABA). A través de una metodología basada en entrevistas en profundidad y revisión de documentación oficial, se analiza como mediante dinámicas de agencia y memoria indígena se concibieron cambios sin precedentes en la historia de la metrópolis. Para ello, se reconocen una serie de motivos y circunstancias: a) experiencias de organizaciones indígenas locales; b) contexto de visibilización étnica y reivindicación indígena regional; c) incorporación del tema indígena en instrumentos legales y demográficos en Argentina; y d) arribo de migración internacional aymara y quechua desde Bolivia y Perú a fines del siglo XX. Colocando el énfasis en este último fenómeno, se sugiere que este proceso ha ido transformando el imaginario social de una ciudad comprendida como un “enclave europeo” en América Latina, aunque se alerta que los mecanismos de racialización se han complejizado.
Investigar temas vinculados a los Pueblos Originarios en la Ciudad de Buenos Aires (CABA) y su área metropolitana (AMBA) persigue cuestionar el imaginario social imperante que asume a esta metrópolis como “blanca” y sin indígenas, además de intentar suplir la ausencia de producción académica referente al tema (Padín, 2019). Asimismo, persigue, comenzar a aportar a un cambio para que las políticas estatales sobre indígenas no sean exclusivamente generadas por ‘no-indios’ (Lenton, 2015).
La Argentina, durante sus poco más de 2010 años de vida, desarrolló depurados mecanismos de negación e invisibilización indígena (Tamagno, 1991), siendo Buenos Aires, su capital y principal ciudad, el ícono de este proceso. Uno de estos mecanismos fue su ocultamiento tras los clivajes de pobreza, cabecitas negras, negros, villeros (Ratier, 1972) e incluso rebeldes, bandidos y líderes federales (Moyano, 2010). Otro, fue un selectivo mecanismo de extranjerización (Briones, 1998), en la que kollas han sido considerados bolivianos (Lanusse y Lazzari, 2005), guaraníes vistos como paraguayos y, sobre todo, mapuches como chilenos (Lenton y Lazzari, 2000; Cañuqueo, Kropff, Rodríguez y Vivaldi, 2005). Un tercero, es la idea de que los indígenas “dejan de serlo” porque han migrado a la ciudad, y por ende “han perdido su cultura” asociada a “lo rural”, a los ámbitos “naturales” de su pertenencia (Weiss, Engelman y Valverde, 2013). Así, a diferencia de otras grandes metrópolis latinoamericanas en las que hay barrios, plazas, parques y calles con nombres referentes a los Pueblos Originarios —pese a que igualmente se buscó su exterminio e invisibilización— en Buenos Aires, quizás como en ningún otro lugar, el ninguniamiento indígena ha sido radical.